Libertad y límites, he ahí la cuestión, la gran cuestión que aparece en tu vida en determinado momento; y este momento no tiene por qué ser exclusivamente cuando te preocupas de la educación de terceras personas, sino simplemente cuando quieres ser persona.
Mi madre siempre decía: "tu libertad acaba cuando empieza la de otro" .... pero claro, esto no es tan fácil de trasladar a la cotidianidad. hay que reconocer qué es tuyo y qué es del otro/otros. La experiencia personal me ha hecho creer que un factor importante en esta ecuación, y que nos hace reconocer cuándo termina nuestra libertad y dónde empieza el límite, es el respeto. Sigue sin ser fácil.
Aunque, desde luego, un paso importante es tomar conciencia. Nos equivocaremos, pero al menor tendremos conciencia de ello y podremos solucionarlo.
A continuación, un texto entresacado del libro de Rebeca Wild, que trata en exclusiva sobre el significado de estas dos palabras que nos sirven para relacionarnos con la vida.
"....... La
mayor tentación es anticiparnos a sus propias percepciones, arrebatarles por
adelantado sus decisiones y reflexiones, aunque sea con la mejor intención de
ahorrarles esfuerzo y frustración. Esta tendencia nos proporciona numerosas
oportunidades de poner freno a nuestro brío. Para ello, la mejor ayuda para mí
es siempre imaginarme el proceso de desarrollo neurológico en el cual, despacio
y con cautela, pero con seguridad, las percepciones, los juicios y las
decisiones tienen que ser enlazados antes de que se produzca un acto propio. Y
para que se dé este proceso desde dentro, debe haber el menor acoso posible
desde fuera.
Rara
vez los adultos toman conciencia de las maneras tan diversas en que se produce
este intervenir con antelación, por ejemplo, cuando de forma casi automática le
ponemos un jersey al niñ@ aunque esté intentando ponérselo él mismo, o le
ponemos en la mano un objeto hacia el que está comenzando a estirarse. Nos estamos anticipando a su desarrollo cuando
le estamos sentando, le estamos poniendo de pie, le estamos subiendo a una
escalera o a un columpio, y de esta forma le estamos quitando no sólo la
posibilidad de iniciativa y de decisión de superar obstáculos, sino también la
alegría de descubrir sus propias posibilidades.
El
intervenir precipitadamente con palabras
es una práctica todavía más frecuente en el adulto: “mira aquí”, “mira allá”,
“escúchame”, “ten cuidado”, “piensa un
poco”, “seguro que puedes entenderlo”. Una larga letanía con la que se dirigen
los sentidos y la interpretación de los niñ@s antes de que lleguen a orientarse
bien en una situación y puedan
relacionarla con sus necesidades
interiores. Pero no sólo se
anticipan los actos y las palabras, también la mímica, el tono de voz y toda
nuestra actitud, incluido el estado de ánimo que irradiamos a nuestro alrededor
y con el que consciente o inconscientemente influimos en otras personas. Por
tanto, si pensamos en serio en no actuar de modo directivo con nuestro prójimo,
es inevitable que nos sigamos sorprendiendo, una y otra vez, en algún tipo de
directividad y que, una y otra vez, tengamos que intentar la próxima vez estar
presentes de otra forma. Podemos medir nuestro progreso cuando nos detenemos
con mayor frecuencia en medio de un movimiento o de una observación, quizás
retrocediendo una mano o tragándonos alguna palabra. Los niños también se darán
cuenta de que nos estamos poniendo límites a nosotros mismos y nos lo
agradecerán de diferentes maneras. ....."
Rebeca
Wild, 2006. En “Libertad y límites”, Editorial Herder.
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