La yurta en el Espacio Educativo La Oropéndola |
Felices por tener una lugar para nuestro Espacio Educativo, pero consciente de que necesitábamos más espacio para realizar con fluidez las diferentes actividades que pretendíamos, nos dimos a la búsqueda de moradas nómadas, es decir, que se pudieran trasladar con poco esfuerzo; pensamos en tipis indios, jaimas saharauis, pero finalmente nada nos convencía.
O era muy caro o muy oscuro, en fin, que no satisfacía plenamente a todos los miembros de la Asamblea Oropendolera.
Montando la yurta en La Oropéndola |
Pero cuando le comentamos a nuestros amigos Susana y Javi, que conocen bien El Portús, que necesitábamos un espacio alternativo para ampliar nuestra
humilde escuelita, nos recomendaron ...... ¡¡¡¡¡que viésemos una yurta de segunda mano que se
anunciaba en carteles por allí!!!!! ..........
¡¡Que felicidad!! .... y qué oportunos!!!. La idea nos gustó bastante a todos pues lo que habíamos visto hasta ahora: jaimas con un precio desorbitado,
carpas de boda marroquíes bastante horteras o que no cumplían unas mínimas condiciones de habitabilidad y buen gusto, y otras cosas por el estilo, … no nos habían convencido en absoluto.
Montando la yurta en La Oropéndola |
Los chicos de La Oropéndola la prueban |
Para este proyecto de ampliación a base de recursos nómadas contamos con una mecenas sin igual, nuestra hada madrina "la tía Pilar", que es quien nos la
regalaba.
Así que nos armamos de valor y
una comisión sin nada de vergüenza (entiéndase la frase con el mejor de los sentidos),
nos acercamos al pueblo nudista con unos
cuantos kilos de sardinas para comer con nuestros amigos anfitriones y
un buen remolque para cargar la yurta.
La compra no
pudo ser más emocionante. Julie y Ross, originales de País de Gales y dueños de la yurta que se vendía, viven
en una de las mismas dimensiones en el Camping del Portús, y de forma permanente. Julie nos
enseñó primero la suya y nos explicó, en su idioma natal, las diferencias y
similitudes con la del anuncio. El espacio nos encantó a todos, pero todavía
quedaba ver en qué condiciones se encontraba.
Nos la desplegó entera y vimos
que estaba bastante sucia y con unos
cuantos rotos, pero todo ello se podía solucionar fácilmente. ¡¡Rotos y suciedad a nosotros!!! Era enorme y no
le faltaba de nada.
Y por fin llegó el
momento de negociar; le explicamos para qué la necesitábamos y a Julie le gustó tanto nuestro proyecto que nos rebajó bastante del precio inicial, lo
que hizo que nos decidiéramos aún más por este espacio circular y mágico,
Al parecer esta yurta que comprábamos ya venía enseñada, su anterior ubicación nómada fue estar 5 años en mitad de los verdes espacipos galeses, albergando en su interior a grupos realizando sesiones de yoga, masajes y
meditación. En definitiva, como nos decía Julie “ esta yurta que nos llevábamos había sido un lugar sagrado para
ellos” y dentro de muy poco,… lo sería también para nosotros. A continuación podemos ver cómo la yurta disfruta con las nuevas actividades que la vida nómada le ha regalado:
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