Cuando decides hacer una escuela libre con un grupo de amigos, puedes tomar la decisión empujado por un deseo de cambiar el mundo mediante la mejora de la educación, o bien simplemente porque tienes hijos y descubres con ciero terror que se acerca la hora de dejarlos en la Escuela Infantil, sea pública, concertada o privada.
En nuestro caso, podemos decir que el embrión, la semilla, el germen de nuestro proyecto, fueron los propios chiquillos. Mirándolos cuando juegan, cuando se divierten, cuando son libres para crear, para compartir con sus amigos, me puedo imaginar que en nuestro interior también se iba creando a la vez cierto sentimiento de preocupación, al pensar que en breve estarían horas y horas sentados en incómodas sillas, en una clase de cualquier colegio, y escuchando las continuas proposiciones de un maestro o maestra, que a pesar de sus buenas intenciones, ni en el mejor de los casos iba a poder hacer mucho por permitir que nuestros hij@s hicieran de su educación un ejercicio de libertad diario.
Pues bien, tenemos que decir que los pequeños estuvieron, y estuvieron contentos. Junto a sus padres, durante un montón de jornadas veraniegas, contagiados por el espíritu que flotaba entre nosotros y que, con voz queda, nos decía a todos que estábamos construyendo un lugar donde la energía positiva y la felicidad pudiera manar.
Hay algo muy importante en relación a la materialización de un deseo colectivo: el aceptar, proyectar y realizar mano a mano cada reto sobre construcción, mejora o acondicionamiento del espacio educativo, ha sido uno de nuestros valores esenciales, nos caracteriza ahora como grupo y ha sido una continua fuente de satisfacción, descubrimiento y superación.
Pues, para sorpresa de todo el equipo, los niñ@s cada día buscan y encuentran cosas de lo más variado para hacer y juegos en los que entrenar capacidades y divertirse un buen rato. Uno de los juegos estrella incluye, por supuesto, la tierra ¡¡que maravillosa es la sensación de tocar la tierra húmeda cerca de los goteros!!; con esta tierra puedes hacer fiestas llenas de pasteles, invitar a tus padres a tomar café con "pastas". A veces la mágica tierra no lo es tanto, sino que es arena de obra, pero ¡¡da igual!! incluso mejor, ya que estos montones se convierten en improvisados areneros, lugares dónde comprobar leyes físicas, como la que explica lo bien que vuela la arena sobre tus amigos cuando la impulsas con una pala, o bien dónde echar un ratillo de conversación con una amiga, porque ¡oye! hay mucho de lo que hablar mientra estos mayores nos hacen la escuela ¿no?.
Por otro lado, es cierto que no sólo con tierra estuvieron los más pequeños entretenidos durante estas largas tardes de la primavera y del verano al poniente del Mediterráneo. Hubo muchos ratos para pintar ¡¡y pintarse!! ¡¡Y pintar al primero que se pusiera cerca!!.
Y claro, desde el principio y de manera totalmente natural, el equipo de adultos de La Oropéndola fue consciente de que los niñ@s necesitarían de esa presencia adulta que les fuera ayudado a pasar ¡toda! (o casi toda) la tarde en ese maravilloso espacio en construcción. Desde sus necesidades de abrigo, alimento, agua, fisiología variada ..... hasta las más profundas y esenciales, de amor afecto y compañía.
Leímos cuentos, muchos muchos. Hicimos círculos amables sentados en las jarapas con ellos, estando cerca y dándoles esa seguridad que implica decirles "estoy contigo" .... no estoy trabajando en otra cosa, no te digo que esperes, no, te digo "estoy a tu lado".
Miramos con ellos todo tipo de insectos, piedras pequeñas, la micro-vida que pasa a su lado y les hace pararse, y fijarse y preguntar.
Y aquí, en La Oropéndola, aunque tratemos día a día de deshacer roles, la vida sigue uniendo lo que es difícil de separar: a las mujeres con las criaturas y a los hombres con las herramientas. Y a pesar de que cuesta ir contra esta inercia, que es en parte natural y en parte impuesta por nuestra cultura, en nuestro grupo tenemos reconfortantes ejemplos de padres que están ahí, cuidando y apoyando en el juego a sus hijos, para que el resto del colectivo pueda dedicarse a construir un futuro mejor.
Y este es nuestro deseo, que el esfuerzo compartido nos sirva para construir un lugar en dónde poner nuestro granito de arena para cambiar el mundo, para ayudar a crear a personas sanas, fuertes y seguras de sí mismas, que ojalá puedan cambiar la mentalidad destructiva que nos lleva a un desastre seguro. Invirtiendo en inercias colectivas, también nosotros nos beneficiamos, de los demás, de su aportación desinteresada. Y además, luchamos por construir nuevas relaciones mujer-hombre, desaprendiendo o ayudando a desaprender .... este sí que es un largo camino!!! Esperamos que nuestro espacio educativo sepa responder a esta necesidad.