lunes, 11 de marzo de 2013

Pensamientos sobre la libertad y los límites

Libertad y límites, he ahí la cuestión, la gran cuestión que aparece en tu vida en determinado momento; y este momento no tiene por qué ser exclusivamente cuando te preocupas de la educación de terceras personas, sino simplemente cuando quieres ser persona. 



Mi madre siempre decía: "tu libertad acaba cuando empieza la de otro" .... pero claro, esto no es tan fácil de trasladar a la cotidianidad. hay que reconocer qué es tuyo y qué es del otro/otros. La experiencia personal me ha hecho creer que un factor importante en esta ecuación, y que nos hace reconocer cuándo termina nuestra libertad y dónde empieza el límite, es el respeto. Sigue sin ser fácil. 

Aunque, desde luego, un paso importante es tomar conciencia. Nos equivocaremos, pero al menor tendremos conciencia de ello y podremos solucionarlo. 

A continuación, un texto entresacado del libro de Rebeca Wild, que trata en exclusiva sobre el significado de estas dos palabras que nos sirven para relacionarnos con la vida.

"....... La mayor tentación es anticiparnos a sus propias percepciones, arrebatarles por adelantado sus decisiones y reflexiones, aunque sea con la mejor intención de ahorrarles esfuerzo y frustración. Esta tendencia nos proporciona numerosas oportunidades de poner freno a nuestro brío. Para ello, la mejor ayuda para mí es siempre imaginarme el proceso de desarrollo neurológico en el cual, despacio y con cautela, pero con seguridad, las percepciones, los juicios y las decisiones tienen que ser enlazados antes de que se produzca un acto propio. Y para que se dé este proceso desde dentro, debe haber el menor acoso posible desde fuera.

Rara vez los adultos toman conciencia de las maneras tan diversas en que se produce este intervenir con antelación, por ejemplo, cuando de forma casi automática le ponemos un jersey al niñ@ aunque esté intentando ponérselo él mismo, o le ponemos en la mano un objeto hacia el que está comenzando a estirarse.  Nos estamos anticipando a su desarrollo cuando le estamos sentando, le estamos poniendo de pie, le estamos subiendo a una escalera o a un columpio, y de esta forma le estamos quitando no sólo la posibilidad de iniciativa y de decisión de superar obstáculos, sino también la alegría de descubrir sus propias posibilidades.

El intervenir precipitadamente  con palabras es una práctica todavía más frecuente en el adulto: “mira aquí”, “mira allá”, “escúchame”,  “ten cuidado”, “piensa un poco”, “seguro que puedes entenderlo”. Una larga letanía con la que se dirigen los sentidos y la interpretación de los niñ@s antes de que lleguen a orientarse bien en una situación  y puedan relacionarla con sus necesidades  interiores.  Pero no sólo se anticipan los actos y las palabras, también la mímica, el tono de voz y toda nuestra actitud, incluido el estado de ánimo que irradiamos a nuestro alrededor y con el que consciente o inconscientemente influimos en otras personas. Por tanto, si pensamos en serio en no actuar de modo directivo con nuestro prójimo, es inevitable que nos sigamos sorprendiendo, una y otra vez, en algún tipo de directividad y que, una y otra vez, tengamos que intentar la próxima vez estar presentes de otra forma. Podemos medir nuestro progreso cuando nos detenemos con mayor frecuencia en medio de un movimiento o de una observación, quizás retrocediendo una mano o tragándonos alguna palabra. Los niños también se darán cuenta de que nos estamos poniendo límites a nosotros mismos y nos lo agradecerán de diferentes maneras. ....."


Rebeca Wild, 2006. En  “Libertad y límites”, Editorial Herder.